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martes, 16 de octubre de 2012

...Hablando con mi psicólogo...


...Hablando con mi psicólogo...



A veces siento que necesito dos corazones, que mi círculo íntimo es tan poco íntimo, como un congreso de vendedores de la Coca Cola.
Se abre un abanico de izquierda a derecha y como sucede con las Sirenas de los cuentos, cada uno hace un canto que me transporta a sus pies o cola para ser más gráfico.
Preocupado de cada y por cada uno, trato de advertir sus gestos, sus miradas, si encuentro en ellos un signo de infelicidad, enojo o descontento, ya mi vida parece sin sentido.
Sin embargo cuando la palabra fluye, en la mayoría de los casos, me doy cuenta que solo   se trata de "persecusiones" o "culpas" que saco a relucir, y que no me dejan en paz hasta  que se rompe el hielo.
Licenciado dígame, ¿es normal esto que me pasa?
Tener tres hijos, dos casi hijas, una mujer, cuatro hermanos, ¿es demasiado para un simple mortal? (¿sobre todo si de esa cantidad el ochenta por ciento son mujeres?)
¿O simplemente soy yo que les doy demasiada relevancia? Quizás debería actuar como a principios del siglo pasado, donde el jefe de la familia era eso el jefe, sin lugar a planteos, caras largas, ni discrepancias.
Aunque esto último sinceramente no me sale, por suerte.


Todo un dilema de los que tenemos hijos (muchos) y hermanos (muchos también)...

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