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martes, 29 de mayo de 2012

...Mi primer amor...


El primer amor jamás se olvida, queda anclado en el fondo de nuestra bahía, no existe tormenta que lo haga escorar…(jucovi)


Su pelo ensortijado, rubio y largo hasta la cintura, sus ojos color miel, y la redondez del rostro.
Su remera por encima del ombligo, dejaba ver una pancita adorable, con ese rollito tan simpático propio de la edad.
La primera vez que mis ojos se posaron en ella, el corazón se me detuvo por un instante, me sentí mareado y confundido, como si hubiese bebido un vaso de vino Resero, sin los tres cuartos de soda que mi padre solía servirme en la cena.
Ella sabía en ese instante que había conseguido su objetivo, con las artes que las mujeres sin dudas llevan en sus genes, con simples movimientos, con dejar por un momento de comportarse como un chico más de la barra, dejando al desnudo toda su sensualidad.
¿Cómo sucedió? ¿En que momento pasó de ser “uno” más, a la elegida? ¿Por qué antes
no había reparado en ella, ni en ninguna otra?
Creo que es algo que no hay que buscarle una explicación lógica, sencillamente es parte de la vida.
De allí en más el mundo cambió, no solo era jugar carreras en la cuadra con los autitos rellenos con masilla y la cuchara sopera en la punta, un partido de fútbol en el baldío de la esquina, los interminables desafíos de paleta o jugar a la mancha pelota o congelados.
Ahora disfrutaba de otra manera jugar a las escondidas luego de la cena con la barra,

aprovechaba esos momentos para esconderme junto con ella, tomados de la mano, detrás de una ligustrina o algún arbusto de los vecinos.
Odiaba cuando nos descubrían, ya que se cortaba esa magia abruptamente y más tarde sentir la mirada de pocos amigos  de Mario, el hermano mayor, que intuía lo nuestro.
Fue así que una vez nos pilló, en uno de nuestros encuentros furtivos en el fondo de casa,
ella de frente a la situación, me llenaba de gestos, yo tan embobado, solo respondía sus morisquetas con una sonrisa.
Hasta que a centímetros de mi espalda sentí un grito… “¡que están haciendo!”, volteé y vi el rostro desencajado del hermano, un muchacho bastante corpulento, de cara redonda y con los cachetes más colorados de lo habitual, debido a su estado encolerizado.
Comencé a correr desaforadamente por mi vida, si bien él me llevaba unos cinco años, no pudo alcanzar a este, por entonces, flaco y escurridizo gurrumín de apenas seis.
Por suerte no han quedado secuelas de semejante situación traumática, pero he de ser sincero y decir  que hasta hoy en día, suelo mirar hacia todo lados si estoy de espaldas hacia la entrada de algún sitio, por esto mismo siempre trato de buscar una posición con vista hacia el frente.
Luego, si bien vivíamos en la misma cuadra, me fue imposible volver a tener un momento a solas con ella, siempre si no era Mario, estaba Gudelio (el otro hermano, más grandote aún) custodian-do a mi amada, fue así hasta que llegó el fin del verano.
Ese fue el abrupto final de mi más deliciosa y encantadora relación, la que recuerdo a más de cuarenta primaveras como si fuese hoy, la que me marcó para siempre, esa que hizo sentir la pasión, emoción, aventura, pánico, el amor en definitiva, por primera vez en la vida.

                                                                                              JUCOVI

lunes, 28 de mayo de 2012

Capítulo final ...¿Quién es Abeth Marlo?...



Al llegar a la Comisaría 2da., fue recibido por el Comisario Güiraldes, un viejo conocido suyo.
Éste de inmediato ordenó a la custodia que le quitara las esposas y tomándolo cortésmente del brazo izquierdo lo guió hasta su despacho.
Una vez allí, lo invitó a sentarse , rodeó el escritorio y se sentó frente a él.
El Juez solo tenía en la mente el rostro de Monique y el nombre escrito en el espejo.
De repente comenzó a hablar: Abeth MarLo es el nombre hallado en la escena de todos los crímenes imputados a Rubén Ramirez, oh casualidad dejado en libertad por error de procedimiento la semana pasada.
Es claro que Ramirez es el responsable, es evidente también que sabía que yo iría en busca de Monique y que con un llamado anónimo hecho a tiempo a la policía, estos me encontrarían en la escena del crimen.  
Solo quiere vengarse y lo ha hecho de manera brillante.
El oficial no salía de su asombro, al ver al Magistrado tan fuera de sí, hilvanando una historia tan fantástica como descabellada.
Entonces le dijo al Juez:
Su Señoría, perdone, pero usted está hablando del resonado caso que sucedió tres años atrás.
A Rubén Ramirez usted mismo lo volvió a aprender una semana después del secuestro, violación y asesinato de su Secretaria Monique Dupuy.
Y éste fue condenado al confesar haber cometido el asesinato y probársele ser el autor de cinco más con anterioridad.
Al año en prisión, éste se suicidó ahorcándose en su celda.
Ahora usted fue encontrado en la casa de Abeth MarLo su actual Secretaria en el Juzgado y  dicho sea de paso su amante, un secreto a voces dentro del ambiente.
Abeth MarLo la misma que otrora fuese mujer de Rubén Ramirez, cosa que nadie encontró una explicación lógica a su relación con ella.
Bueno ahora quizás sí, todo tenga sentido, ya que se le imputa a Usted el asesinato de MarLo.
El Fiscal piensa que fue tejiendo a través de estos años una trama para acercarse a la ex mujer del asesino de Monique, y si acaso no se dio cuenta la escena del crimen es un calco de las halladas en los casos por los cuales Ramirez fue condenado.
Usando un ardid muy complicado pero con práctica sencillo de hacer, tal cual lo hiciese Ramirez, tomó a Abeth por detrás y sujetando la pistola calibre 22  en su mano derecha, obligó a esta efectuarse el disparo en la cien, para aparentar un suicidio.
Querido amigo. usted se valió del ojo por ojo, no le fue suficiente que Ramirez pagara sus crímenes y hasta que se haya suicidado.
El Juez se echó hacia atrás, sin darle crédito a las palabras del Comisario, esto no era más que otra de sus pesadillas recurrentes desde la muerte de... Monique?, ahora sí se daba cuenta que quizás  necesitaba ayuda y ¿porqué no?, un buen abogado...

jueves, 24 de mayo de 2012

...¿Quién es Abeth Marlo?...Parte II




Monique, totalmente desorientada, intentó ponerse de pie, toco su labio superior y su mano quedó manchada con sangre, una caída dura que dejaba sus primeras consecuencias.
El desconocido, la obligó a incorporarse, tomándola de sus rubios cabellos cual vaquero que monta en pelo un brioso corcel.
Sin soltarla y sin mediar palabra alguna, mientras la seguía tomando por detrás del pelo, la guió hasta el ascensor, de esos antiguos con las puertas tipo tijera. Una vez adentro él marcó su piso, cosa que la puso aún más nerviosa, no se trataba de un ataque casual o de oportunidad.
Mientras subían, el sacó un pañuelo de seda de su bolsillo derecho y se lo acercó a su rostro, la soltó por un momento para amordazarla con el mismo.
LLegaron al cuarto y último piso, él también sabía perfectamente cual era su puerta, ella abrió y él con suavidad cerró la puerta una vez que  ambos traspusieron el umbral.  
Lunes, trás un fin de semana frio y húmedo, el Juez entró a su despacho, para su asombro todas las luces estaban apagadas y el escritorio de Monique ordenado tal cual como lo había visto antes de irse a casa el viernes por la noche muy tarde.
Monique si algo era, además de trabajadora incansable, puntual y responsable, en los años que trabaja con él, jamás una llegada tarde y menos faltar al trabajo,  a menos claro está de alguna diligencia médica o por el estilo.
Por demás extrañado, la llamó primero a su celular, ya que quizás habría sufrido algún tipo de trastorno por el tránsito. Pero del teléfono salía una contestadora que decía: "El celular al que usted llama, se encuentra  apagado o fuera del área de cobertura".
Luego buscó en su agenda el número de su casa, llamó de inmediato y ni siquiera daba lugar para dejar un mensaje, como si la línea no funcionara.
Ahora sí, preocupado, pensó en pedir un móvil policial para que se dirija al domicilio y verificar que todo estuviese bien, pero se llamó a la calma diciéndose, cualquiera tiene derecho a un faltazo, más como está el día tan lluvioso.
Pasado el mediodía, el Juez se tomó un descanso, momento en el cual aprovechó para insistir con el llamado a Monique.
Como todo seguía igual, sin pensarlo demasiado salió presuroso de su despacho, tanto que cuando abordó el taxi se dió cuenta que ni el saco se había calzado, puso su mano en el bolsillo del pantalón y tocó su billetera, nada le impedía dirigirse hasta el domicilio de su Secretaria.
Mientras viajaba, pensaba que diría al llegar, como para que no lo tome como un ex maniático celoso.
Sí, ellos habían cortado una relación de dos años hacía pocos meses, ella cansada de sus promesas de separación de su actual esposa, decidió con mucho dolor, decirle que no seguirían.
Al llegar, miró hacia el cuarto piso y observó que todas las ventanas estaban cerradas, algo que le llamó la atención y le dio más motivos para abstenerse de tocar el timbre.
Sin embargo lo hizo, una, dos y tres veces, dejando espacio prudencial de tiempo entre un llamado y otro.
Ya más preocupado, tomo sus llaves y abrió la puerta de calle, estaba jugado, no le importaba a esta altura si se dirigía directo al papelón o la humillación de ser echado por su intromisión.
Subió el ascensor, bajo en el cuarto piso y con decisión golpeó la puerta del departamento A.
Nuevamente, no recibió respuesta alguna, ya ahora sí dispuesto a todo, puso su llave y para su asombro la puerta se abrió sin girar la misma.
La empujo suavemente con la mano, la oscuridad era tal que no alcanzaba a divisar nada.
Del baño con la puerta cerrada, salía por debajo un as de luz, de inmediato se dirigió allí y con un leve golpe entre abrió y casi murmurando esbozó un tibio hola.
Al intentar abrir del todo la puerta, esta estaba trabada con algo, insistió hasta que pudo asomar su cabeza, hizo un breve paneo a la altura de sus ojos sin ver nada extraño, pero cuando bajo la vista para ver que impedía abrir la puerta, se encontró con el cuerpo desnudo de Monique, boca abajo con un pequeño charco de sangre alrededor de su cabeza.
Empujó con fuerza y en medio de la desesperación la dió vuelta, dándose cuenta que ya nada había por hacer, la hermosa mujer estaba sin vida con un pequeño orificio en la cien, de donde manaba la sangre.
Se sentó en el piso, sin dejar de abrazarla y en el medio del llanto, siguió mirando en rededor, la escena del crimen era tan similar a otras vistas, pero no podía asociarla a una en particular, hasta que en el espejo del baño, vio escrito con labial rojo, Abeth MarLo.
Todavía aturdido y con el cuerpo de Monique en sus brazos, escucho a la distancia sirenas de la policía que se acercaban, de todas formas si venían al departamento, no pensó en que podían incriminarlo y por ende que tenía que salir de allí lo antes posible.
Como en trance, siguió escuchando las frenadas de las patrullas y el alboroto de las fuerzas del orden subiendo por las escaleras.
Estos entraron y se dirigieron hacia él, la puerta del baño a esta altura estaba abierta de par en par.
Levantó la vista y cuatro policías lo apuntaban con sus armas, le pidieron a los gritos que dejara el cuerpo y se pusiera de pie lentamente.
El Juez, totalmente en silencio, sin invocar en ningún momento su condición de tal, totalmente shockeado por la situación,  salió del edificio con una campera que le tapaba la cabeza, esposado con las manos atrás, escoltado por dos fornidos policías del grupo Halcón.
En la vereda de enfrente, mezclado entre los curiosos que se agolpaban, una persona dibujada una sonrisa en su rostro.
Mientras viajaba en la patrulla, con ambos policías uno de cada lado en la parte trasera, recordaba las caminatas con Monique desde Tribunales hasta su casa en San Telmo, lo ha gusto que se sentía con esa fresca joven, lo bien que lo hacía sentir.
Luego, se puso a pensar en ese nombre Abeth MarLo... 


Continuará!...





jueves, 17 de mayo de 2012

...¿Quién es Abeth MarLo?...

Misterio, intriga
envuelve a este personaje
con nombre héroe de comics,
esos de antaño...
Apareció de repente
una madrugada,
Nadie sabe de él,
nadie puede ver su cara....









En la acera húmeda, las tenues luces reflejaban su paso seguro y lento, nada hacía presagiar el peligro que le aguardaba a la vuelta de la esquina.
Monique, una rubia de cabellos largos y sedosos, vestía una gabardina gris plata que le llegaba hasta las pantorrilas, el blandir de sus tacones altos, rompían el silencio de esa noche gris.
Eran el eco que cortaba la aparente calma, un llamador para lo oculto trás las sombras.
Monique secretaria del Juzgado, que casi siempre debía quedarse después de hora, hasta muy tarde, para seguir el tren de su jefe, un renombrado Juez más mediático que eficiente.
Para colmo, una de las causas en la que trabajaban, el caso de un asesino serial, se había tornado un tanto ríspida y complicada, tanto que el magistrado otrora seguro y jovial, se mostraba dubitativo y serio.
Es que había apostado todas sus fichas en la impetuosidad y criterio de su amigo un joven Fiscal, que siendo más mediático que él, lo llevó a tomar decisiones en base a la parafernalia desplegada por el acusador. Para este era un caso limpio y claro, el sospechoso había sido arrestado a pocas cuadras del lugar del último y horrible crimen, con manchas de sangre en sus ropas, sin poder justificar claramente el origen de las mismas.Pero la causa se había caído, no teniendo otra alternativa que dejarlo en libertad provisional, ya que los policías que lo capturaron, cometieron errores en el procedimiento. Falencias que fueron rápidamente utilizadas por la defensa.
No era, sin embargo, esta situación que los tenía intranquilos, tanto al Juez como a la propia Monique. Los ojos del acusado quedaron grabados en sus mentes en cada declaración que le habían tomado, una mirada que pedía clemencia y a la vez prometía venganza.
Monique finalmente llegó a su calle en el barrio de San Telmo, debió caminar varias cuadras, ya que la rotura de un caño maestro de agua, desvió el tránsito en la zona.
Agitada y temerosa, no acostumbraba a caminar sola por ahí,  llegó al umbral de su edificio, de esos antiguos, clásicos del lugar.
De repente, una mano enguantada por detrás tomó al mismo tiempo que ella el picaporte, la puerta se abrió y con un brusco empellón fue arrojada al interior del hall.

Continuará...