San Miguel del Monte
(Un
día con Zenón y sus mastines, Hilario el de la moto sierra y su chiva, Enzo de
la amoladora, Elías “el alambrador” e Ion y el Agrimensor)
Tres de abril, con Julián (mi
primogénito), nos levantamos esa brumosa y cálida madrugada a las 4.00 a.m.,
para alcanzar sin contratiempos el crucero de la Línea 88 que partiría de la Estación
de Once 5.10 y pasaría por Av. J.B: Alberdi y Av. Olivera aproximadamente 5.30
según nuestros cálculos.
Estuvimos en la parada tal lo
planeamos a las 5.00 (no sea cosa que se adelante el ómnibus) ya que el próximo
partía 7.30 de Once y con un viaje de más de tres horas sería fatal para
nuestros planes de encontrarnos en la Estación de San Miguel del Monte a las
9.00 con Elías “el alambrador” del terreno. Esperamos pacientemente en la
vereda de esa Avenida, aún adoquinada como imagino en su inauguración a fines
del siglo XIX.
Las personas que circulan por esas
horas un día lunes, no son gente común, por lo general son aquellos que al
nosotros salir a la calle varias horas después, hacen ver un manto de cierta
prolijidad y orden en las calles y oficinas.
Son aquellos trabajadores silenciosos que nadie recuerda ni su nombre y
menos su rostro.
Allí mientras aguardábamos,
contemplaba a mi hijo, tan hombre ya, con cara más que de dormido, de agotado
por haber trabajado el domingo hasta las nueve de la noche, pensaba como me
quiere este pibe para estar conmigo y seguirme en este viaje, ya que él aceptó
esta travesía en otros términos (ir con el auto de papá cómodo, salir dos horas
después o sea con más tiempo de sueño, en un trayecto de una hora a lo sumo). Pero el padre chocó la semana anterior y por
ende el vehículo no estaba disponible y ya el compromiso con “el alambrador”
estaba asumido. De todas maneras, él estaba ahí al pie del cañón, como siempre.
Capítulo
1
(El
viaje)
Pasadas las 5.40, a la distancia
divisamos el cartel del 88, con el ademán característico del brazo estirado con
la palma de la mano abierta en señal de alto, el transporte de media distancia
detuvo su marcha.
Tenía claro que el precio de cada
pasaje era de $. 35 cada uno, tal cual lo describía en la página de la Empresa,
por ende, el día anterior había cargado $. 100 en la tarjeta Sube como para
llegar tranquilos. Para mi asombro solo ese dinero me alcanzó para un pasaje y
medio, ya que el valor de los mismos era de $. 67, pero gracias a la buena
voluntad del Sr. Chofer y como agregó mi hijo no tenía otra alternativa que ya
nos había cobrado tres cuartas partes del boleto, accedió a que carguemos la
Sube y paguemos en el cambio de chofer de Cañuelas.
Allí estábamos sentados en los
primeros asientos mirando hacia atrás, me sentía rumbo a lo desconocido,
mientras miraba los rostros e imaginaba cada historia de las personas que
diariamente viaja a su trabajo o de vuelta a casa, a esa hora de la madrugada,
en la penumbra de ese ruidoso medio de transporte.
Recorrimos la Ruta 3 desde Lomas del
Mirador, pasando por San Justo, Isidro Casanova, Laferrere, González Catán, (tramos
oscuros y con desvíos por la construcción del Metrobus) luego vinieron
promediando el viaje Virrey del Pino, para ese entonces el micro estaba semi
vacío, la última tanda de gente había bajado en la impresionante planta de
Mercedes Benz a la vera de la ruta, desde allí no solo cambió el paisaje de
urbano a rural sino que también el de los individuos que comenzaban a subir en
lugares donde uno miraba hacia todos lados y solo veía campo, y no alcanzaba a
comprender de donde aparecían, quizás de alguna casa perdida detrás de los
matorrales o de la niebla que empezaba a predominar el lugar, eran otras caras, distintas a lo que uno está
acostumbrado a ver, sonrientes, humildes pero sin pesares se los veía, con otras
formas de comunicarse, se saludaban con el chofer al subir y con cada nuevo
integrante del pasaje que se sumaba a
medida que transcurrían los kilómetros, sinceramente no comprendía como
puede existir “otro mundo” a solo 45 kms. de la gran urbe que es Buenos Aires.
Primera parada importante Cañuelas, orgullosa
capital nacional del Dulce de Leche, ya eran cerca de las 7. 30 de la mañana.
Tal como me había comprometido y
recordado el chofer antes de hacer el cambio de choferes, baje a la terminal a
cargar mi Sube y pagar el resto del valor del pasaje, mientras Julián me
guardaba el lugar, ya que allí había una cola de unas veinte personas,
suficientes para volver a llenar el micro.
En mi corta caminata hasta la
boletería, dije no menos de diez veces “buen día”, recibiendo su
correspondiente saludo de vuelta, ya sea de los tres policías comunales
apostados allí, como de personas que pasaban a mi lado y hasta el mismo
boletero que cambió su rostro duro por una sonrisa, que no le encajaba del
todo, pero se sentía sincera.
Para partir de ese momento, y por los
48 kilómetros restantes hasta llegar a Monte, me sentí que viajaba en el
tiempo, que volvía a una era donde todos se conocían y se saludaban con tanta
naturalidad como no es imaginable para nosotros los porteños hoy en día.
Creo que solo faltó que suba el
chacarero con un par de gallinas bajo el brazo, después de eso subía en cada
parada un personaje nuevo, tan autentico como el verde que nos rodeaba.
Y ahora no solo me asombraba de donde
salía esa gente que de la nada abordaba el micro, también en los lugares que
bajaban, les juro que mirando a mi alrededor solo se veía campo y más campo, ¿A
dónde se dirigían esas abuelas con sus bolsas o las madres con los chicos con
los guardapolvos blancos relucientes? Ya sé, estas últimas a la escuela, pero
¿qué escuela, donde estaba?
Continuamos y a 19 kms. de nuestro
destino, el ómnibus se desvió de la ruta entró en el pueblo Abbott, un paraje
de cinco cuadras de largo por tres de ancho, donde asombrosamente subieron,
cerca de la estación aparentemente abandonada, unas seis personas, imagino que
un tercio de su población.
Finalmente, tres horas y media
después llegamos a San Miguel del Monte, distante, increíblemente, a solo 105
kms. de la Capital Federal.
De aquí en más, en sucesivos
Capítulos, relataré más de lo vivido, en un solo día, fuera de esta gran urbe.