Después de clases,
a la hora de la siesta,
esos partidos interminables,
donde solo la noche impiadosa
se atrevía a pitar el fin...
Las vueltas en bici,
los porrazos y raspaduras,
contra el asfalto gris...
Jugar a las escondidas,
a la paleta,
al el que se mueve la liga,
mancha pelota,
o congelado te dejaban allí...
En los carnavales,
guerra con bombitas y baldes,
fiesta de disfraces
para terminar el festín...
Ese sitio único e insustituible,
que cuando vuelves,
sientes de manera increíble,
la tierra abrazada a ti...
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