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martes, 28 de octubre de 2008

Adolescencia I




Lo primero que viene a mi mente es la secundaria, ¿como fui a parar desde mi Ciudad Evita natal, al Comercial 23 Dr. Agote de Caballito?
Fácil, a fines de febrero, nos acordamos mi hermana y yo, que en marzo debía empezar el colegio, entonces descubrimos que no había vacantes en ningún lado, mi amigo Mario Masi, compañero de los últimos años de primaria, se iba a mudar a capital y me dijo que en la escuela donde lo habían anotado existían vacantes, así con mi hermana/madre Celi llegamos al Agote.
Me acuerdo cuando pasamos el gran portón de entrada, atravezamos un jardín y subimos las escaleras de esa gran casona de principios de siglo, tanto ella como yo, nunca habíamos en una escuela con ese estilo, me acuerdo que quedamos impactados, era una construcción imponente, algunos dirán o mejor dicho muchos, mas que imponente era deprimente, pero a mi me encanto, uno acostumbrado a la casa con forma de chalet o la escuela con forma de escuela, encontrarme con esto, era como viajar en el tiempo, entrar en un castillo, la imagen de esa construcción gris e imponente me cautivó, y hasta hoy siento esa sensación.
Un mundo nuevo se habría, cambiaría mi vida, me haría independiente, y desenvuelto, saldría del cascarón.
El viaje hasta el colegio era interminable, 1 hora de ida y 1.20 de vuelta, más la espera del colectivo.
Si bien nunca me costo el cambio, si era agotador, me adapte rápido al nuevo mundo, cambiar de escuela, compañeros, vivir más tiempo en ese barrio desconocido, que en el mío, gente diferente, que no sabía que era "ciudad Evita", siempre tenía que decir "cerca de Ezeiza", como para que tengan una remota idea de donde quedaba.
Creo que ahora se conoce mucho más el barrio debido a que son de allí gente relacionada al deporte, como por ejemplo mi amigo Daniel Musladini (ex futbolista), Gabriel Furlán (corredor de autos), y Juan Chela (tenista) .
En este nuevo mundo, aprendí que para cruzar la Avenida Rivadavia, había que esperar que el muñequito se pusiese blanco, que había que caminar por la vereda si o si, ya que si bajabas a la calle era intento de suicidio, que a su vez al caminar por la vereda, no podías distraerte si pasaba una chica o para mirar una vidriera, siempre había que mirar para abajo, de lo contrario estabas expuesto a pisar un flor de sorete, alguna baldosa floja o perderte en alguna zanja no señalizada, de SEGBA, OBRAS SANITARIAS o ENTEL, creo que esto fue lo más contrastante, y pensar que muchos decían que vivía en el campo, dichoso de mí.

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