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lunes, 15 de diciembre de 2008

24 de Septiembre























Silvina y Luis, no se conocieron en un baile, ni en una reunión de amigos, no eran del mismo barrio, jamás se habían visto antes. Fue en el colectivo de la línea 126, que hace el trayecto de Tablada a Retiro.

Ella en ese entonces 1987, tenía 20 años y viajaba todos los días a su trabajo en el barrio de Recoleta, él 21 años y también se dirigía a su trabajo en el centro.


Todos los días a la misma hora. Hasta que uno de esos días sus miradas se cruzaron, a partir de ahí tanto ella como él, calculaban a que hora debería tomar el colectivo el otro, tarea bastante ardua ya que no subían en la misma parada y la frecuencia a esa hora y en ese entonces de los micros era constante. A pesar de este inconveniente, y por obra del destino por llamarlo de alguna manera, los encuentros eran cada vez más continuos.


Ella le confesaría luego, que estaba aterrorizada con la idea de un acercamiento, pero a su vez se arreglaba como nunca para ir al trabajo y deseaba verlo cuando subía al colectivo. Y que cuando le comentó a su madre lo que sucedía, esta le dijo "nena tene cuidado, ¿ un hombre en el colectivo?, no sabes quien es" Si bien tomo nota del comentario, lejos estuvo de olvidarse de ese hombre.


Un día mientras él dormía en el viaje de vuelta a casa, sucedió algo fuera de lo habitual, al despertar levantó la vista y allí estaba ella parada junto a él, todavía sorprendido la saludó y ella respondió como su bella sonrisa. La sorpresa fue de ambos ya que ninguno se imaginaba encontrar al otro a la vuelta, nunca había sucedido. Ella trató de no mirarlo, ya que como no lo esperaba ver, no se había arreglado. Tiempo más tarde también le comentaría su enojo con él en ese momento, ya que en ningún momento atinó a darle el asiento, es el día de hoy que se lo recuerda y reprocha.


Los viajes se fueron sucediendo, hasta que un día el se sentó a su lado por primera vez, en un viaje de vuelta. No dejó de mirarla en todo el recorrido, pero como era muy tímido solo atinaba a eso, sentirla junto a él era suficiente por el momento, pero se dijo a si mismo.... justo 1 minuto antes que ella bajase, si no le digo algo ahora va a pensar que soy un cobarde (cosa que no escapaba a la realidad del momento) o que no tengo interés por ella. Ella a su vez se estuvo preguntando durante todo el viaje (más de 1 hora) ¿este tipo, de nombre "Facundo" (así lo había bautizado, ya que tenía cara de "tierra adentro"), que es lo que quiere? ¿por que me mira todo el tiempo y no me dice nada? ¿será un pervertido? ¿o un mudito?, no lo creo se respondió, pero para que deje de molestar le voy a clavar la mirada con mi peor cara, así se asusta y deja de hacerlo. Bien, en cuanto lo hizo, él le mantuvo la mirada, y ella se asustó tanto que el resto del viaje no saco su vista de la ventanilla. Él finalmente tomo valor y le preguntó como se llamaba, les recuerdo que habían estado más de 1 hora sentados uno al lado del otro.


Ella lo miro y cuando él se prestaba a escuchar atentamente su nombre... ella le dijo permiso tengo que bajar, y no pudo evitar largar una carcajada. Él frustrado y sintiéndose el tipo más
tonto del mundo pensó que esa mujer no volvería a prestarle atención, pensó que la había perdido antes siquiera de conocer su nombre. Los viajes se sucedieron, y para tranquilidad de él... ella jamás dejó de responder una sonrisa o un saludo.


Una tarde él percibió que no bajaba en su parada habitual. Abruptamente ella se levantó y bajo por la puerta delantera, mientras él con un rápido movimiento, lo hizo por la de atrás. Se dijo ahora o nunca... trató de alcanzarla, pero ella corrió y subió a otro colectivo que se dirigía en dirección contraria. Totalmente desconcertado, espero al siguiente colectivo y siguió viaje a su casa. Ella le diría tiempo más tarde.... que se había quedado dormida, se había pasado de la parada, por eso en cuanto de despertó bajo corriendo del colectivo y se subió al otro, ni siquiera se dio cuenta que él venía detrás suyo, si no me hubiese asustado muchísimo le dijo.


Hasta que una mañana respiró hondo y cuando ella bajó del colectivo, él lo hizo también, era su segundo intento. Ella, desconcertada y con mucho miedo, aunque eran las 8.30 de la mañana en plena Av. San Juan y Entre Ríos, comenzó a caminar más rápidamente, él le pidió que se detuviese y le preguntó como se llamaba, ella le respondió Silvina y él le dijo yo? Luis .


La acompaño hasta la parada del "37" que la dejaba en su trabajo. Hablaron 2 minutos, el no sabía como había llegado a estar parado junto a esa mujer, llegaría tarde a su trabajo, ya que se había bajado 30 cuadras antes, pero no le importó en ese momento , le pregunto si le daba su teléfono si ella lo llamaría, a lo que respondió, mejor te doy el mío y llamame vos.


Le dio el número de teléfono, por supuesto del trabajo, recuerden que en esa época
los únicos que tenían celulares eran los altos ejecutivos y eran del tamaño del zapatófono del "super agente 86" y no existía internet, es más en los trabajos no se utilizaban las computadoras, todo era manuscrito, o con máquinas de escribir, eso sí eléctricas.


Él la llamo a las pocas horas y la invitó a tomar un café, ella muy por el contrario le propuso encontrase en Retiro para hacer el viaje de vuelta juntos. Así fue como empezaron a viajar todos los días que podían, combinaban y se encontraban.


Ella era de mucho hablar y él estaba fascinado con esa bonita mujer, que se mostraba inteligente, educada y sobre todo simpática y alegre. Eso fue lo que más lo cautivó, su alegría y desparpajo, era feliz con solo el hecho de ver esa sonrisa.


Los viajes siguieron, hasta que un día, debido a un paro sorpresivo de colectivos, tuvieron que tomar el subte de la Línea "A" fue ese día, 24 de septiembre de 1987, en el último y destartalado vagón, con vista al túnel que parecía no tener fin, cuando él se le acercó y sin mediar palabra se dieron el primer beso.

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