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jueves, 18 de diciembre de 2008

Viaje al Ingenio






























Ingenio "La Corona", esta fábrica dedicada a la producción de azúcar extraída de la caña, fue fundada en 1882, en el paraje conocido como "La Ramada", de este modo se conocía por ese entonces donde actualmente se asienta la ciudad de Concepción, Pcia. de Tucumán. Esta ciudad llamada “La Perla del Sur” se encuentra a orillas del río Gastona, distante de la capital de la provincia, San Miguel del Tucumán, unos 75 Km. al sur por la Ruta 38. Desde entonces y con la inauguración en 1889 del tramo del ferrocarril que une San Miguel con La Madrid, fue considerada la segunda ciudad de importancia de la provincia. En 1986 ingresé como cadete en las oficinas de Buenos Aires, siendo este mi primer empleo en una empresa de importancia. Recuerdo el orgullo que tenía por pertenecer a esta fábrica centenaria. Luego de un año ya quede como administrativo y en 1988 surgió la posibilidad de viajar a conocer ese Ingenio, del que tanto me había encariñado, y ganas de conocer tenía. La Empresa por los puntos acumulados en las líneas aéreas, disponía de pasajes gratis de manera constante, debido como es lógico a la gran cantidad de vuelos que utilizaban semanalmente los directivos desde Baires a Tucumán y viceversa. Fue así que en los primeros días de octubre llegamos muy temprano al aeroparque con mi compañero de trabajo Javier, el otro invitado al “tour”.

También viajaba con nosotros uno de los Gerentes, que residía allí, el nos guió por los trámites para embarcar, ya que para nosotros era una experiencia inédita.
Entramos en el avión, que sinceramente me lo imaginaba más cómodo y amplio, si bien no era un 747, era un Boeing grande 707 creo.
Despegamos y todavía recuerdo esa sensación de sentirse un piojo en el cielo, para luego confirmarla con una serie de pozos de aire que debimos atravesar.
Me todos modos fue una experiencia genial, única como ninguna otra.
Luego de una hora 40 minutos, arribamos al Aeropuerto de San Miguel, allí un remis contratado por la empresa nos esperaba, y de luego de cargar nuestros bolsos, partimos hacia el sur por la ruta 38, rumbo al tan anhelado Ingenio.
Perfectamente tengo grabado aún, luego de más de 20 años, esa ruta angosta que atravesaba una espesa vegetación, y sobretodo de encontrarnos una y otra vez con esos verdaderos trenes, Eran pesados tractores que remolcaban a bajísima velocidad 3, 4 y hasta 5 carros a modo de vagones, repletos de cañas.
Me pareció tan inédita y fascinante esa forma de transportar materia prima, como peligrosa y por demás librada a la suerte.
Finalmente luego de este viaje por demás entretenido, llegamos a la ciudad de Concepción, allí en un hotel céntrico dejamos nuestro equipaje, y de inmediato partimos rumbo al Ingenio "la Corona".
Luego de unos pocas cuadras saliendo de la ciudad aparecía este monstruo, las imágenes que había visto en fotos, si bien se notaba que se trataba de una construcción enorme, al verlo frente a mí su imponencia era impactante.
Maravillados aún, luego de saludar a nuestros compañeros que trabajaban en la administración, con mucho de los cuales teníamos una comunicación constante, empezamos el recorrido de la planta.
Empezamos por el principio del proceso, el cual se iniciaba con la recepción de esos inmensos carros cargados a full, que se estacionaban en un enorme playón que daba a lo que denomino la boca del Ingenio, ya que allí sobre una especie de zaranda gigante se volcaban cantidades de cañas.
Una vez allí esa enorme "lengua" no dejaba de sacudirse a fin de eliminar toda la basura acumulada en las cañas, luego estas se perdían en la boca (Trapiche) que procedía a triturarlas.
De esta molienda, se extraía la melaza o jugo de la caña que combinado con elementos químicos y cal daba por resultado el azúcar refinado.
Verdaderamente impactante, una especie de milagro, como de algo tan poco llamativo o fuera de lo común como una simple caña, luego de un proceso poco sofisticado, podía engendrarse ese oro blanco que era el azúcar.
Al salir de la planta, nos llevaron a recorrer también todo el bastísimo campo que la rodeaba, allí se encontraban entre una gran cantidad de árboles centenarios, la enorme casa donde se alojaban los directivos, su comedor, sala de juegos y esparcimiento.
Hacia los fondos una enorme pileta y más atrás una excelente cancha de Golf de 9 hoyos, famosa en la provincia.
Por el lado oeste se encontraba una inmensa plantación de limones, y al final de la misma se veía
un infinita línea irregular azul petróleo, eran las sierras, que se asemejaban a una constante tormenta en el horizonte.
Luego y pasado el asombro y la emoción de lo visto, se sucedieron innumerables paseos a diferentes puntos turísticos de la provincia, por parte de nuestros propios compañeros que con sus vehículos, sin dejar que aportemos un centavo, iban turnándose cada mañana para pasarnos a buscar por el hotel y llevarnos de paseo a modo de guías.
Cuando uno escucha acerca de la cordialidad del habitante del interior, puedo dar fe de esto.
Pasados más de 20 años de esa visita, me es difícil entender como esa maravilla de la arquitectura, técnica e inventiva del hombre, puede ser hoy tan nociva para la salud humana.
Coloque en estos días, en un buscador, "Ingenio La Corona" con el fin de encontrar simplemente fotos o datos geográficos, que me ayudasen a darle forma a mi historia.
Para mi asombro encontré también, infinidad de artículos donde se menciona el grado salvaje de contaminación ambiental, tanto por los gases no depurados que expele el monstruo al aire, como por lo residuos sin tratar que derrama en el Rio Gastona, afluente del Salí Dulce.
Leo también finalmente a fines del año pasado la justicia, luego de numerosas denuncias, procedió a la clausura de la fábrica, con el pedido de procesamiento de los funcionarios de la misma por contaminar el Rio Gastona.
Como si esto fuera poco, al final del buscador encontré un Informe de la Comisión Bicameral acerca de los centros clandestinos de detención en la dictadura militar, como destacado se encontraba la "Base Militar Ingenio La Corona".
A raíz de esto recordé una foto que me llamó la atención en su momento, estaba dentro del comedor de la casa de los directivos, donde junto al Presidente de la fábrica de entonces, se encontraba ambos con una gran sonrisa, con su uniforme de combate, el genocida General Antonio Bussi.

Para terminar, puedo decirles, que he comprobado nuevamente, que no todo lo que reluce es oro.

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