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martes, 6 de enero de 2009

El último cigarrillo



El último cigarrillo, si fuese tan fácil poner en práctica esa acción como escribirlo...

Aquí estoy luego de 48 hs. (en realidad 59 hs. y 55 minutos) de haber fumado por última vez.

Ahora entiendo a Charly García, el "Diego", y otros tantos adictos en recuperación.

Por suerte no vivo en un 7mo. piso con pileta en PB. Ni en una quinta con rifles de aire comprimido.

Sin embargo, tengo a mí alrededor a mis 2 hijos adolescentes, ni nena de 8 años y mi mujer, todos fastidiosos por el calor, el ocio de haber terminado las clases y por ende el aburrimiento.

Si a eso le sumamos mi fastidio por regresar al trabajo, el calor al salir, el significativo hecho de volver a casa en un auto que no le funciona el aire acondicionado, esquivar él transito, que amén de otros años en enero, solo se ha reducido en un 30 %, es decir que con el incremento del parque automotor en los últimos tiempos, da lo mismo que la nada. Como si esto fuera poco, deje de fumar.
Aún no he resultado por lo menos herido en la calle de pura suerte, ya que mi humor ha desaparecido diría, si vuela una mosca a menos de 2 metros quiero comprarme un fusil para liquidarla.

Imagínense si para colmo, el de adelante me frena de golpe, u otro se me cruza de improviso.
Si ya de adicto era un poco impulsivo, ¿cómo será ahora que estoy en plena abstinencia?
Por eso, me encomiendo a Dios cada vez que subo al auto, trato de ir por calles internas, poco transitadas, aunque esto me demande varios minutos más de viaje.
Más vale perder un minuto en la vida...que asesinar a alguien o morir en el intento en un minuto.
Ayer lunes, con todo lo que el primer día de trabajo implica luego de un finde por demás largo y ya con más de 32 hs. de abstinencia encima, atravezaba un duro trance, y el hecho de tener que saludar a mis compañeros con una sonrisa, atender a otros con sus problemas de trabajos no resueltos en la corta semana anterior, atender el teléfono a proveedores que con razón pedían lo suyo, por todo esto fue doblemente dificultoso transitar el día.
Cuando dieron las 6 de la tarde, salí de la oficina, cual galgo de carrera detrás del conejo.
Mi envión duro poco, en cuanto pise la vereda, el calor era insoportable, eso de trabajar con aire acondicionado es lo mejor que te puede pasar, pero cuando salís, pensas, que estar todo el día a 24 grados y de golpe enfrentarte a los 35 del exterior, no es del todo saludable.
Tras cartón llego a mi Polo, estacionado en el medio del sol, era increíble ver a mi auto parado en el único lugar donde daba el sol todavía en toda la cuadra.
Subirse fue todo un suplicio, y ponerlo en marcha otro.
Estuve casi 10 minutos intentando que el "rulo" del calentador prendiese, transpiraba cual parturienta en pleno trabajo.
Para colmo, no tenía la posibilidad de encender mi válvula de escape, un cigarrillo, como para calmar los ánimos.
Finalmente arranco, por suerte, ya que si demoraba unos minuto más, seguramente debería llamar al auxilio, no por que el vehículo no arrancase solamente, si no por que alrededor del volante solo abría una maraña de cables y plástico destrozado.
Como les comente, mi automóvil, si bien tiene equipo de aire acondicionado, este desde que lo compré jamás funcionó.
Es así, que el embotellamiento de Av. San Martín y el posterior de Gral. Paz, lo viví todo a temperatura ambiente, o sea aproximadamente a los 50 grados que registraba el asfalto por esas horas.
Llegue a mi casa, mi adorada familia me esperaba, en realidad no sé si lo hacían, todos estaban callados, medios pálidos y con el pelo mojado de transpiración.
En ese momento me pregunte: ¿hace casi 20 años que trabajas en empresas de aire acondicionado, que esperas para tener uno?.
Es muy larga la respuesta, y sinceramente en este momento no estoy de humor para escribirla.
Llego la noche, hora de la cena, como siempre luchando para que alguno de los sujetos que dicen ser mis hijos den una mano para preparar la mesa.
Esta vez, creo que se arrepintieron por haber sido siempre tan insistentes en que deje de fumar.
Les dije que estaba con pocas pulgas y el primero que desoyese mi orden de ayudar para la cena, recibiría toda la ira acumulada en estas horas de abstinencia.
No sé porque, raudos me dieron una mano, y pedí que trajesen vino con mucho hielo, como jamás tomo en la cena los días de semana, me miraron algo extrañados, por eso les dije que: de un adicto al cigarrillo, quizás me había transformado en un alcohólico, pero que me permitiesen este desliz, a fin de poder ayudar a olvidar hasta la hora de dormir, mi imperiosa necesidad de fumar un cigarrillo, antes y después de la cena, como lo vine haciendo los últimos 25 años.
Anoche he dormido poco y nada, me levante como 3 veces a tomar agua y dar vueltas por la casa a oscuras.
Esta mañana me despertó el calor y ese olor insoportable a pastizales quemados, que casi me dejaban sin respiración, entonces me dije, estoy recuperando el olfato, no es la mejor manera de constatarlo, pero es una buena noticia al fin de cuentas.

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