Monique, totalmente desorientada, intentó ponerse de pie, toco su labio superior y su mano quedó manchada con sangre, una caída dura que dejaba sus primeras consecuencias.
El desconocido, la obligó a incorporarse, tomándola de sus rubios cabellos cual vaquero que monta en pelo un brioso corcel.
Sin soltarla y sin mediar palabra alguna, mientras la seguía tomando por detrás del pelo, la guió hasta el ascensor, de esos antiguos con las puertas tipo tijera. Una vez adentro él marcó su piso, cosa que la puso aún más nerviosa, no se trataba de un ataque casual o de oportunidad.
Mientras subían, el sacó un pañuelo de seda de su bolsillo derecho y se lo acercó a su rostro, la soltó por un momento para amordazarla con el mismo.
LLegaron al cuarto y último piso, él también sabía perfectamente cual era su puerta, ella abrió y él con suavidad cerró la puerta una vez que ambos traspusieron el umbral.
Lunes, trás un fin de semana frio y húmedo, el Juez entró a su despacho, para su asombro todas las luces estaban apagadas y el escritorio de Monique ordenado tal cual como lo había visto antes de irse a casa el viernes por la noche muy tarde.
Monique si algo era, además de trabajadora incansable, puntual y responsable, en los años que trabaja con él, jamás una llegada tarde y menos faltar al trabajo, a menos claro está de alguna diligencia médica o por el estilo.
Por demás extrañado, la llamó primero a su celular, ya que quizás habría sufrido algún tipo de trastorno por el tránsito. Pero del teléfono salía una contestadora que decía: "El celular al que usted llama, se encuentra apagado o fuera del área de cobertura".
Luego buscó en su agenda el número de su casa, llamó de inmediato y ni siquiera daba lugar para dejar un mensaje, como si la línea no funcionara.
Ahora sí, preocupado, pensó en pedir un móvil policial para que se dirija al domicilio y verificar que todo estuviese bien, pero se llamó a la calma diciéndose, cualquiera tiene derecho a un faltazo, más como está el día tan lluvioso.
Pasado el mediodía, el Juez se tomó un descanso, momento en el cual aprovechó para insistir con el llamado a Monique.
Como todo seguía igual, sin pensarlo demasiado salió presuroso de su despacho, tanto que cuando abordó el taxi se dió cuenta que ni el saco se había calzado, puso su mano en el bolsillo del pantalón y tocó su billetera, nada le impedía dirigirse hasta el domicilio de su Secretaria.
Mientras viajaba, pensaba que diría al llegar, como para que no lo tome como un ex maniático celoso.
Sí, ellos habían cortado una relación de dos años hacía pocos meses, ella cansada de sus promesas de separación de su actual esposa, decidió con mucho dolor, decirle que no seguirían.
Al llegar, miró hacia el cuarto piso y observó que todas las ventanas estaban cerradas, algo que le llamó la atención y le dio más motivos para abstenerse de tocar el timbre.
Sin embargo lo hizo, una, dos y tres veces, dejando espacio prudencial de tiempo entre un llamado y otro.
Ya más preocupado, tomo sus llaves y abrió la puerta de calle, estaba jugado, no le importaba a esta altura si se dirigía directo al papelón o la humillación de ser echado por su intromisión.
Subió el ascensor, bajo en el cuarto piso y con decisión golpeó la puerta del departamento A.
Nuevamente, no recibió respuesta alguna, ya ahora sí dispuesto a todo, puso su llave y para su asombro la puerta se abrió sin girar la misma.
La empujo suavemente con la mano, la oscuridad era tal que no alcanzaba a divisar nada.
Del baño con la puerta cerrada, salía por debajo un as de luz, de inmediato se dirigió allí y con un leve golpe entre abrió y casi murmurando esbozó un tibio hola.
Al intentar abrir del todo la puerta, esta estaba trabada con algo, insistió hasta que pudo asomar su cabeza, hizo un breve paneo a la altura de sus ojos sin ver nada extraño, pero cuando bajo la vista para ver que impedía abrir la puerta, se encontró con el cuerpo desnudo de Monique, boca abajo con un pequeño charco de sangre alrededor de su cabeza.
Empujó con fuerza y en medio de la desesperación la dió vuelta, dándose cuenta que ya nada había por hacer, la hermosa mujer estaba sin vida con un pequeño orificio en la cien, de donde manaba la sangre.
Se sentó en el piso, sin dejar de abrazarla y en el medio del llanto, siguió mirando en rededor, la escena del crimen era tan similar a otras vistas, pero no podía asociarla a una en particular, hasta que en el espejo del baño, vio escrito con labial rojo, Abeth MarLo.
Todavía aturdido y con el cuerpo de Monique en sus brazos, escucho a la distancia sirenas de la policía que se acercaban, de todas formas si venían al departamento, no pensó en que podían incriminarlo y por ende que tenía que salir de allí lo antes posible.
Como en trance, siguió escuchando las frenadas de las patrullas y el alboroto de las fuerzas del orden subiendo por las escaleras.
Estos entraron y se dirigieron hacia él, la puerta del baño a esta altura estaba abierta de par en par.
Levantó la vista y cuatro policías lo apuntaban con sus armas, le pidieron a los gritos que dejara el cuerpo y se pusiera de pie lentamente.
El Juez, totalmente en silencio, sin invocar en ningún momento su condición de tal, totalmente shockeado por la situación, salió del edificio con una campera que le tapaba la cabeza, esposado con las manos atrás, escoltado por dos fornidos policías del grupo Halcón.
En la vereda de enfrente, mezclado entre los curiosos que se agolpaban, una persona dibujada una sonrisa en su rostro.
Mientras viajaba en la patrulla, con ambos policías uno de cada lado en la parte trasera, recordaba las caminatas con Monique desde Tribunales hasta su casa en San Telmo, lo ha gusto que se sentía con esa fresca joven, lo bien que lo hacía sentir.
Luego, se puso a pensar en ese nombre Abeth MarLo...
Continuará!...
Continuará!...
1 comentario:
¡¡BUENISIMO!!
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